30/08/2022

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Ucrania: En lugar de pólvora y cañones, las armas del amor

Ucrania: En lugar de pólvora y cañones, las armas del amor

 

"A partir de mi experiencia personal y de las características concretas húngaras, he intentado dar una idea de la situación actual en Ucrania y de cómo veo esta situación tan compleja a través del carisma de mi propia comunidad".

 

Testimonio de la Hna. Emma Németh SSS, presidenta de la Conferencia húngara de religiosos:

 

"El estallido de la guerra entre Rusia-Ucrania estremeció a la población de la vecina Hungría también de forma extraordinaria. Muchos revivieron su experiencia en la Segunda Guerra Mundial, el sitio de Budapest y los 40 años de ocupación soviética. Seguimos el desarrollo de la guerra entre Rusia-Ucrania con preocupación, oración y, donde sea posible, ayuda concreta.

Estos acontecimientos incluyen la amenaza nuclear, la destrucción, el destino de cientos de miles de refugiados, así como la crisis alimentaria y económica. También teníamos/tenemos miedo de la posible escalada de la guerra. Cientos de miles de refugiados –principalmente mujeres y niños– llegaron/y siguen llegando a Hungría a pie, en tren o en coche.
La principal tarea de las primeras semanas fue la organización de la alimentación y alojamiento de los refugiados, el viaje posterior, la información así como el servicio de traducción para los refugiados.


Las presidencias de las dos conferencias de superiores generales se reunieron inmediatamente después del estallido de la guerra y decidieron intentar ayudar juntas organizando una oficina de asistencia en la estación de trenes. Finalmente, no fue necesario de esta forma; el estado húngaro estableció una red extraordinariamente bien organizada para recibir y ayudar a los refugiados, en la cual los religiosos estuvieron dispuestos a colaborar como voluntarios. La admisión en las casas de los religiosos era generalmente por un periodo temporal breve. La mayoría de los refugiados continuaba su camino tras unos pocos días o semanas en casa de sus parientes y conocidos que habían estado trabajando aquí durante mucho tiempo o simplemente a países que consideraban seguros.

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Mi propia comunidad, la Sociedad de Hermanas del Servicio Social, también se implicó en este tipo de trabajo. Como voluntarias o como empleadas en las organizaciones de ayuda, estuvimos presentes en las estaciones de tren, comprábamos comida y la llevábamos al punto de llegada de los refugiados, ayudábamos/ayudamos en los almacenes de las organizaciones de ayuda en la gestión y recogida de donaciones, realizamos talleres de manualidades para niños refugiados, ayudábamos a los refugiados con grandes sumas de donaciones, monetarias y materiales.
Para mí, lo más conmovedor fue conocer a familias rotas que bajaban de los trenes. Muchos de ellos ni tan solo cargaban una maleta, solo llevaban lo más necesario y más fácil de transportar/guardar en unas cuantas bolsas de plástico.


En nuestro convento, solo acogimos a diez personas, tres mujeres adultas y siete niños, incluido un bebé. Llegaron a Hungría desde una pequeña ciudad cercana a la planta de la central eléctrica ocupada por los rusos, relativamente con poco equipaje y bolsas de plástico. Cuando los trasladábamos desde la estación de tren al convento por la noche, a pesar de los dos días agotadores de viaje y el trauma de la guerra, se maravillaron de la belleza de la ciudad de Budapest iluminada. Fue bonito sentir cómo confiaban en nosotros, y del mismo modo, también confiaban en los desconocidos conductores austríacos y ucranianos que los transportaron; con su ayuda, después de unos cuantos días, se trasladaron a Austria y Polonia. La mayor emoción que sentimos fue el caso, una noche, del viaje de una joven adolescente que iba a ser llevada a Polonia por un extraño conocido solo por su padre. El padre permanecía en Ucrania, por lo que el desconocido fue identificado a través de Facebook.

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Además, al estar presentes en la estación de tren, también acompañé un envío de ayuda a Ucrania que consistía en diez minibuses y una furgoneta que contenía mantas, comida, productos de limpieza y una lavadora industrial. Este envío tenía el valor de 42.000 euros recogidos y entregados con la ayuda de la Caridad diocesana de Szombathely.

El dinero procedía de la donación de la UISG (30.000 euros) y de mi propia comunidad, la Sociedad de Hermanas del Servicio Social (12.000 euros más). Durante la distribución de la donación, me reuní con el director de S. Panteleimon Charity, el vicario de la Diócesis Católica griega, un religioso superior, desplazados internos y las familias que los acogían, incluida una mujer que había huido previamente a Hungría con su familia, pero la impotencia y la preocupación por su hogar la hicieron volver a Ucrania, y más tarde ella acogió a cuatro desplazados internos de Mariupol. Además de las donaciones dirigidas a las necesidades físicas de la población de Ucrania, quizás la mayor necesidad sería aliviar el trauma psicológico, la vulnerabilidad y la desesperanza. Los sacerdotes y los religiosos que viven allí intentan ayudar en esto, aunque con no mucho éxito.


Para mí los pensamientos de Margit Slachta, nuestra fundadora, son de ayuda en esta situación. Durante la Segunda Guerra Mundial, salvó a más de mil perseguidos con la ayuda de las hermanas. Estaba convencida de que la guerra era solo una consecuencia, pues el fuego del infierno en la tierra fue encendido por la negación de las verdades y del orden establecido por Cristo, y por tanto, debemos actuar con las armas del amor, revestirnos de la espiritualidad en lugar de armaduras y cascos, y en esta guerra mundial, contra el Espíritu Santo de Dios, unirnos al Espíritu Santo de Dios y llamar a otros a hacer lo mismo.”

 

 

Gracias a la Fundación Conrad N. Hilton, la UISG está ayudando económicamente a las congregaciones femeninas en Ucrania, Polonia, Hungría y Rumania a gestionar mejor esta emergencia.


Si eres una religiósa situada en uno de estos países y junto con tu comunidad acoges a refugiados ucranianos, puedes solicitar una ayuda financiera completando este FORMUARIO y enviándolo a emergencyuisg@gmail.com.

05/09/2022

Anna Maria Lionetti,RSCM

I live in New York, therefore, very far from the horrors created by this meaningless war to the people of Ukraine. With this note I thank you and all the Religious giving of themselves and resources to comfort those who take refuge in Hungary. My prayers are my contribution for all that you are doing. Sr. Anna Maria, rscm

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