11/08/2025

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Voces de la Plenaria 2025: Con los que sufren, portadoras de esperanza

Voces de la Plenaria 2025: Con los que sufren, portadoras de esperanza

Al concluir la Asamblea Plenaria 2025 de la UISG, recogemos en esta sección los testimonios y reflexiones de varias Superioras Generales sobre los grandes temas que animaron nuestros días de escucha, discernimiento y comunión.


A través de estas entrevistas semanales, deseamos abrir un espacio de escucha y comunión, donde resuene la experiencia de quienes, desde contextos diversos, caminan en clave sinodal al servicio del Evangelio y de la vida consagrada en el mundo de hoy.


Esta semana compartimos las palabras de la Hna. Roxanne SCHARES, SSND, Vice Secretaria Ejecutiva de la UISG, sobre el valor de la vida consagrada hoy.

 

"Soy la hermana Roxanne Schares, School Sister of Notre Dame, originaria de los Estados Unidos. Después de enseñar durante nueve años en escuelas secundarias en tres estados rurales estadounidenses, fui enviada en misión a Kenia. Allí enseñé, trabajé con docentes en su formación en liderazgo y acompañé a mujeres que deseaban unirse a nuestra comunidad religiosa.

Después viví una experiencia transformadora al trabajar durante casi diez años con refugiados. Primero en los campamentos de Tanzania, luego con refugiados urbanos en Nairobi. También colaboré con el Servicio Jesuita a Refugiados como responsable de educación para toda África. Este rol me llevó a viajar por muchos países: a veces para evaluar necesidades —como en Chad o Darfur—, otras veces para seguir nuestros proyectos o mejorar nuestros programas de educación para la paz, dirigidos a personas afectadas por la guerra.

De entre tantas historias vividas, hay una que vuelve frecuentemente a mi memoria. Mientras trabajaba en un campo en Tanzania con refugiados burundeses, un hombre cumplía un papel fundamental: era nuestro catequista y también actuaba como intérprete del suajili al kirundi. El campo albergaba a unas 50.000 personas, de las cuales aproximadamente el 75 % eran católicas.

Ese hombre se había convertido en refugiado a los 17 años. Ya era padre de varios hijos. Un día le pregunté:
– «¿Qué te sostiene en condiciones tan difíciles? La falta de comida, la atención médica insuficiente...»
Me miró y me dijo sencillamente:
– «Hermana, para los cristianos, siempre hay esperanza. Dios sabe cuándo podremos volver a casa. Dios sabe.»

Unas semanas después, llegó a nuestra oficina —una humilde choza de barro— muy feliz. Había nacido su novena hija. Me dijo el nombre que le habían dado: Christina Vtorina Nigi Nigesei.
Le pregunté qué significaba. Me respondió: – «Dios sabe.»

Esa experiencia, como muchas otras vividas con los refugiados, me marcó profundamente. Me enseñó que la esperanza es un don de Dios, que se revela en la presencia compartida, en el sufrimiento vivido en comunidad, en las luchas cotidianas.

Una y otra vez he descubierto que estamos llamados a ir a las periferias. Y es allí, creo, donde los religiosos y religiosas pueden realmente marcar la diferencia: acompañando a las personas en su vida, estando con ellas y descubriendo juntos el don de la esperanza que Dios nos ofrece."

 

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