
11/05/2025
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Declaración final de la UISG – Plenaria 2025: Liderazgo, esperanza y transformación
Declaración final de la UISG – Plenaria 2025: Liderazgo, esperanza y transformación
Nosotras, mujeres consagradas, llamadas por una misma vocación a ser discípulas de Cristo en el ejercicio del servicio de liderazgo para la vida de nuestras Congregaciones, nos reunimos en Roma, del 5 al 9 de mayo de 2025, con ocasión de la XXIII Asamblea Plenaria y del 60º aniversario de la Unión Internacional de Superioras Generales (UISG).
La alegría y la esperanza, enraizadas en el misterio de la muerte y resurrección de Cristo, y la comunión entre nosotras expresaban por sí mismas el tema que nos congregaba: “La vida consagrada: una esperanza que transforma.”
Estamos agradecidas por lo que el papa Francisco ha aportado al dinamismo de la Vida Consagrada. En este año jubilar, en este tiempo de heridas profundas en nuestro mundo y de transición en la vida de la Iglesia, quisimos ofrecer nuestra contribución específica como mujeres consagradas. Practicamos juntas la “conversación en el Espíritu” para ayudar a fortalecer la cultura sinodal en nuestras Congregaciones.
Con “cuerdas de esperanza” que nos tendemos mutuamente, hemos tejido una red internacional que nos une con todos los pueblos y con toda la creación. El informe de la UISG muestra una verdadera experiencia para reunir las pequeñas acciones de nuestras Congregaciones en proyectos de gran alcance, y para apoyarlos con formación, acompañamiento y recursos.
Damos gracias por la nueva Fundación “The Anna Trust”, lanzada durante esta asamblea, que nos ayudará a cuidar a nuestras hermanas mayores, especialmente en contextos más vulnerables. El plan estratégico 2025-2031, fruto de un trabajo sinodal entre nosotras, se nos ofrece ahora como una maleta que contiene muchas herramientas para mirar el futuro con confianza. Un plan que aún deja amplio espacio a las sorpresas del Espíritu.
Por la gracia de Dios, hemos podido reconocer, en el testimonio de nuestras hermanas y en la vida de aquellos y aquellas a quienes son enviadas, “iconos del Evangelio”, signos de esperanza que ya nos están transformando.
Al finalizar esta Asamblea, nos comprometemos a buscar ser cada vez más:
- mujeres de paz, resilientes, de pie al pie de la cruz, que se atreven a llorar por el sufrimiento del mundo y a comprometerse, a veces hasta el don total de la vida.
- mujeres que derraman gratuitamente el perfume de su vida con su presencia en las fronteras, que rechazan la exclusión y la discriminación, y que ofrecen consuelo y cuidado a quienes han sido rechazados.
- mujeres que velan en la noche y que, como la luna, reflejan la luz y hacen brillar las estrellas a su alrededor. Porque la noche es un tiempo privilegiado: tiempo de trabajo secreto en las entrañas del ser, tiempo de nacimiento, tiempo que abre a un amanecer de nueva esperanza.
- mujeres sinodales que engendran comunidades evangélicas e inclusivas; mujeres que tejen, para nuestra casa común, un manto armonioso que hace resplandecer la belleza de la creación.
- mujeres proféticas que, en la ancianidad, la enfermedad o las heridas sufridas, siguen siendo signos de esperanza, en la espera y en la oración.
Como mujeres llamadas a liderar nuestras congregaciones, nos comprometemos a alimentar en nosotras la esperanza y a transmitirla, porque «ponemos toda nuestra esperanza en la gracia que nos traerá la revelación de Jesucristo» (1 Pe 1,13).