
20/08/2025
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“Sólo si tenemos compasión nos salvaremos” – Testimonio de la Hna. Cristina Tibaldo, CMC
“Sólo si tenemos compasión nos salvaremos” – Testimonio de la Hna. Cristina Tibaldo, CMC
A finales de junio, un nuevo naufragio marcó las costas italianas. Una vez más, las hermanas comprometidas en el Proyecto Migrantes de la UISG estuvieron presentes en el muelle para acoger a quienes lograron sobrevivir y para acompañar en la oración a quienes no lo lograron.
La hermana Cristina Tibaldo, Carmelita Menor de la Caridad, compartió la experiencia vivida en aquel día dramático.
En el muelle, entre dolor y compasión
«Salimos deprisa – relata la hermana Cristina – porque durante la noche habían ocurrido dos naufragios. La primera persona que encontré fue una mujer, temblorosa y agotada, que hablaba francés. En los baños me confió que había partido de Túnez y que su madre, junto con su hermanito, habían desaparecido en el agua y nunca fueron encontrados. Tenía dolor de estómago; llamé a un médico y la ayudé a beber un poco de té.
Los celulares de los sobrevivientes, envueltos en bolsas de plástico para protegerlos, estaban lamentablemente mojados e inservibles. Fue un grupo de pescadores quien alertó a los socorristas, pero muchos ya habían caído al mar. No siempre se recuperan los cuerpos...».
La presencia de la muerte
En ese barco, además de los sobrevivientes, también estaba el cuerpo de una joven mujer.
«Admiré la delicadeza del personal – continúa la hermana Cristina – que esperó a que todos los migrantes descendieran antes de bajar el féretro. Le pregunté a la responsable si podía acercarme, y me respondió: “En este momento puedes hacer todo lo que quieras, somos nosotros los que no podemos”.
Me detuve frente a aquella joven sin vida y le deseé que pudiera caminar por aguas tranquilas, como nos promete el Salmo 22. A su lado estaba su hermano, devastado por el dolor. El ataúd pasó en silencio, y nosotros no pudimos hacer más que abrazarnos y llorar».
Oración compartida
Por la tarde, las hermanas y los voluntarios se reunieron para compartir lo vivido y para rezar. Al anochecer, en el cementerio, ocurrió un momento inesperado de gracia.
«Nos encontramos frente a la sala mortuoria – recuerda la hermana Cristina – y, para nuestra sorpresa, abrieron la puerta. El hermano pudo arrodillarse junto al ataúd de su hermana y rezar durante mucho tiempo. Luego, un voluntario de la Cruz Roja cantó una oración musulmana, acompañado por otro joven del muelle. Nosotros rezamos en silencio: el Señor es uno solo».
La palabra que salva: compasión
La jornada concluyó con las palabras firmes de la hermana Cristina, que resuenan como un llamado:
«El Evangelio dice: Deja que los muertos entierren a sus muertos. Y yo me pregunto: Señor, si encuentras aunque sea a cinco que tienen compasión, ¿salvarás este mundo?
Creo que la compasión es el único camino de salvación. Si no hay compasión, yo tengo miedo».
UISG – Proyecto Migrantes
El testimonio de la hermana Cristina nos recuerda que la presencia de las religiosas en los lugares de desembarco no es solo asistencia material, sino sobre todo cercanía, escucha y oración. Es un signo de la vida consagrada que acoge, que llora con quienes lloran y que sigue esperando en un mundo más humano.
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